viernes, 29 de mayo de 2009

El comercio de lagartos: Los zoocriaderos una buena opción de negocio sostenible.

No sólo para reducir la presión comercial ilegal sobre la de fauna silvestre, sino para responder a la demanda de mercados extranjeros en mascotas y pieles exóticas, los zoocriaderos se han convertido en una buena opción de negocio sostenible.

El primer paso para iniciar un zoocriadero es solicitar la licencia de experimentación, ante la Corporación Autónoma Regional correspondiente. Es importante tener en cuenta que se debe establecer en lugares típicos del hábitat de la especie que se quiere reproducir y con una altura inferior a los mil metros sobre el nivel del mar.

Durante la etapa de experimentación, que puede durar dos o tres años, se examina y estudia el comportamiento de la especie a las condiciones de cautiverio determinadas. Así mismo, se analiza el comportamiento reproductivo de ésta, hasta lograr una producción autosostenida; de los resultados de esta fase depende el alcanzar la fase de comercialización.



Para permitir la conservación de las especies naturales de fauna silvestre cada zoocriadero debe entregar al Estado el 5% de la producción anual de cada especie objeto de cría, la cual será destinada a programas de repoblación. Además debe reponer la totalidad de número de especies que fueron capturadas del medio natural para iniciar el negocio.

Héctor Raigoza, fundador del zoocriadero Los Caimanes, desde hace nueve años, ubicado en Caucacia y Planeta Rica, dijo que la motivación para iniciarlo fue el deseo de diversificar el negocio de la finca, que tradicionalmente se destina a cultivos de alimentos o la ganadería.

El negocio es fácil, es como cualquier otro que depende también de las fluctuaciones del mercado. Cuando todo el mundo quiere exportar, que es en los primeros meses del año, la situación se pone difícil, además porque existe la producción de Centro América, pero a finales del año, hacia septiembre y octubre, mejora, explicó el empresario.

Agregó que el comercio de pieles, depende, por ejemplo, de las tendencias de la moda europea y las presiones que ejercen los grupos ambientalistas para que no se utilicen accesorios provenientes de animales silvestres.

Además se depende del comercio europeo de pieles de acuerdo con la moda y las presiones que ejerzan organizaciones ambientalistas.

Respecto a los precios, el señor Raigoza dijo que una iguana se vende al por mayor en Miami a dólar y medio y en nuestro país a 8 mil pesos.

A parte de ser zoocriadero, que produce anualmente mil boas, 22 iguanas y 14 mil caimanes, Los Caimanes es una especie de hotel ecológico que combina la producción de boas, iguanas y caimanes, con el turismo y la educación ecológica. La idea, según explicó, es que los visitantes conozcan cómo funciona esta actividad, se recreen y coman carne de caimán.



La caza de fomento es una actividad dirigida a la captura de individuos o animales de la fauna silvestre para el establecimiento y desarrollo de zoocriaderos, bajo parámetros que regulan qué cantidades y qué especies se pueden capturar. Estos zoocriaderos tienen la obligación de retornar al medio natural un número mayor de individuos a los inicialmente capturados como compensación ecológica.

La industria de la zoocria no sólo comprende la producción de animales para mascotas, también está la venta de pieles crudas o curtidas y productos de marroquinería como bolsos, zapatos, billeteras y carteras, entre otros.

Según un documento de la División de Fauna del Ministerio del Medio Ambiente, el 70% de los zoocriaderos se concentra en los departamentos de Atlántico y Bolívar, y el resto en Antioquia, Huila, Cundinamarca, Cesar, Córdoba, Sucre y Magdalena.

En nuestro país existen 86 zoocriaderos que se dedican a la cría de diferentes especies de fauna silvestre con fines comerciales, los cuales constituyen la base de una industria de la cual forman parte 11 curtiembres, 12 comercializadoras y 7 transformadoras. Esta actividad genera aproximadamente 700 empleos directos.

Los animales que más se venden con fines de exportación son pieles de babilla, chigüiro y animales vivos como la iguana, boa y el lobo pollero.

Las pieles de babilla surten mercados como el asiático, especialmente hacia países como Singapur, Tailandia, Japón y Hong Kong; el europeo, hacia Italia y Francia, y el de Estados Unidos, a donde además se exportan la totalidad de animales vivos para abastecer el mercado de mascotas.

En la actualidad, el Ministerio del Medio Ambiente adelanta un proceso de concertación con el gremio, con el fin de impulsar la especialización de la actividad, de tal forma que se puedan establecer granjas dedicadas exclusivamente a la reproducción y otras únicamente al levante.

También se busca impulsar el desarrollo tecnológico del procesamiento de las pieles, para que en un futuro sólo sean exportadas después de ser curtidas y no en crudo, como sucede en algunos casos.

Finalmente, se quiere diseñar estrategias que permitan establecer un adecuado programa de repoblación de especies de fauna silvestre.



Una vida tortuosa

Una de las razones por las cuales se promovieron los zoocriaderos fue para reducir la presión que los comerciantes motivados por la demanda de los mercados externos, ejercen sobre la fauna silvestre.

El tráfico ilegal de especies silvestres es considerado a nivel mundial como una de las principales causas de disminución de las poblaciones naturales y como uno de los mercados ilegales que mayores sumas de dinero moviliza anualmente.

En Colombia la explotación de la fauna silvestre con fines comerciales ha tenido desde el siglo pasado un fuerte impacto sobre las poblaciones naturales. Actualmente existen 119 especies nacionales amenazadas, de acuerdo con registros consignados en el Libro Rojo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Por su parte, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES) incluye en sus listados un total de 447 especies colombianas.

Entre las más amenazadas, pero que también se producen en zoocriaderos, están: la iguana, perseguida por su piel, carne y huevos, la cual sufre una depredación de unas 40 mil cada año.

Su desarrollo natural se ve diezmado por las costumbres culturales, la caza indiscriminada y la destrucción de los bosques, que están reduciendo las especies de iguánidos a niveles vulnerables.

A lo anterior se suma su persecución, que se inicia en enero, en la época de postura de huevos, cuando los cazadores las capturan y abren su abdomen para sacárselos.

El animal, después de tener abierto el abdomen es rellenado con tierra, arena, piedras y hasta hierbas. Algunos cazadores con más consideración les dan unas "costuritas". Lo único cierto es que la iguana queda totalmente estéril después de esta práctica, y muchas de ellas mueren a los pocos días por infección.

Otra especie amenazada es la tortuga icotea. Con ella, algunos habitantes de la costa norte y de las zonas cercanas a los hábitats naturales de esta especie, la cazan de manera no sostenible, la comercializan y la consumen en época de Cuaresma y Semana Santa porque está arraigada la creencia de que, quien no coma huevos o carne de icotea en esta época, tendrá una racha de mala suerte durante el resto del año.

Igualmente, la babilla, o caimán crocodylus está amenazada, porque aunque su valor más importante es el cuero, su carne puede ser el complemento para la dieta de ciertas comunidades, como una fuente de proteínas adicionales a las tradicionales. De su cuerpo también se utilizan los dientes para collares y artesanías, y con los escudetes se fabrican adornos. Sus huevos tienen un ligero gusto a pescado, afirman quienes los consumen.

Del caimán negro obtienen básicamente las pieles, la carne y la grasa. Esto ocasionó una explotación excesiva e indiscriminada durante los años 50 y 70, lo que redujo considerablemente el número de ejemplares.

Aunque existen comunidades indígenas que consumen la carne de caimán, esto no es muy común debido a la oferta de peces en la región. Sin embargo, se ha detectado el tráfico de carne de caimán negro camuflada con la carne de otros peces como el bagre y el piracucú, transportada desde Leticia, Amazonas, hasta el centro del país.

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